lunes, 15 de abril de 2013

EEUU negó cualquier posibilidad de autodeterminación al Sáhara


Público - SERGIO LEÓN y DANIEL DEL PINO - 14/04/2013

El Sáhara se convirtió en un lastre que el régimen de Franco no dudó en sacudirse. El territorio, trascendental desde el punto de vista geoestratégico, rico en minas de fostafo, reservas de petróleo y gas, se vio envuelto en una guerra de intereses para recoger el testigo español. España, Marruecos, Mauritania, Argelia, Estados Unidos...Todos tenían algo que decir y reclamar. Pero se olvidaron de algo importante: ¿y los saharauis?



Los cables estadounidenses desclasificados y compilados por Wikileaks muestran la batalla diplomática desatada para hacerse con el control del Sáhara. Sin embargo, también evidencian que EEUU jugó un papel más que esencial y totalmente alejado de la neutralidad que siempre ha asegurado que mantuvo.

Con el príncipe Juan Carlos de confidente estrella, el Departamento de Estado de Henry Kissinger contaba con una posición privilegiada para manejar los hilos a su antojo. EEUU quería evitar a toda costa un enfrentamiento armado en la región que pudiera calentar la Guerra Fría que mantenía con la Unión Soviética. Argelia, uno de los socios de la URSS, era el gran apoyo del Frente Polisario en la zona. El Gobierno estadounidense no tardó en fijar a Marruecos como su aliado para la causa. Además, con Rabat se aseguraba que la idea defendida por Naciones Unidas, y a la que España parecía querer acogerse en un principio en 1974, no ocurriera nunca: la independencia de los saharauis por la que el Polisario había empezado a luchar.

No es que EEUU pasara por alto la opción de un Sáhara libre, sino que la desestimó desde un principio. En un cable de mayo de 1975, la embajada estadounidense en Rabat realizó uno de sus tantos análisis de la situación. En él, aparte de no darle ninguna credibilidad a la defensa de España a la autodeterminación, alertó del "peligro" de un Sáhara soberano, que "con casi toda seguridad" ayudaría a "desestabilizar la región" ya que no era algo que Marruecos fuera a aceptar.

Para evitar una guerra colonial, el texto llamaba a llegar a un "acuerdo amistoso", cuyo principal obstáculo, según apuntó el representante estadounidense, era "la intransigencia y la inmovilidad de Franco". Curiosamente, las negociaciones entre los dos países se relanzaron con el dictador en coma y con Juan Carlos como jefe de Estado de facto.

El planteamiento de que la independencia del Sáhara convertiría al territorio en una "fuente de inestabilidad" se repite en no pocos cables. En uno de ellos, el embajador en Madrid, Wells Stabler, reconoce la "viabilidad económica" de un Estado saharaui, pero los argumentos en contra, con el tema de la inseguridad como bandera, terminan desequilibrando la balanza. El objetivo parecía claro. Marruecos debía quedarse con el Sáhara. En una carta del 31 octubre del 75, Kissinger instó a Hassan II a que buscara una "fórmula aceptable" para resolver el conflicto. Una misiva en la que el jefe de la diplomacia estadounidense hizo toda una declaración de intenciones: "Queremos ser útiles de cualquiera de las formas posibles".

Si EEUU ayudó a redactar esa fórmula que el monarca alauí presentó ante España, tras la que se acordó llevar a cabo la Marcha Verde a cambio de buscar una salida "elegante" del Sáhara para el régimen, no hay documentos desclasificados que lo demuestren. Pero, en cambio, sí constatan que las buenas relaciones y la complicidad Washington-Rabat viene de lejos.

De hecho, en un par de cables se revelan las intenciones de Hassan II antes de que anunciara la Marcha Verde. En un despacho enviado el 1 de octubre de 1975 el embajador en la capital marroquí avisó de que seguían "recibiendo indicaciones de que el Gobierno de Marruecos está incrementando la preparación de sus fuerzas armadas para usarlas si otras recientes estrategias fallan". Dos días más tarde, el asunto de otro telegrama, esta vez enviado desde la oficina del Departamento de Estado para Europa y Eurasia, es aún más claro: "Posible ataque de Marruecos al Sáhara español".

Si el Ejército marroquí estaba bien preparado para afrontar un enfrentamiento armado es gracias, una vez más, a EEUU. Ya en mayo de 1973 Washington accedió a satisfacer una petición muy especial del rey marroquí. Hassan II necesitaba inmediatamente 100 M-16 para armar a su guardia personal. Kissinger no tuvo problemas para obtener el visto bueno del Congreso pese a que la política de la casa era la de no proporcionar este tipo de fusil de asalto a ningún país africano. Eso sí, el monarca alauí debía comprometerse a no hacer público el trato para no incomodar a ninguno de sus vecinos en el continente.

Poco después el Departamento de Estado aceptaría la venta de otros 3.500 M-16 más. Esta vez, el acuerdo lo cerró Rabat directamente con la empresa armamentística Colt ya que garantizaba el reparto en 90 días. Un tiempo muy inferior a los dos años que habría necesitado el Gobierno de EEUU para el mismo pedido.

Así comienza una relación militar entre EEUU y Marruecos que con los años se haría cada vez más fuerte y fructífera. En meses, EEUU pasó de vender fusiles a convertirse en su mayor suministrador de armamento. Tanques M-48 y M-60, cazas F-5, helicópteros, patrulleras, baterías antiaéreas, sistemas de radares, radios y todo tipo de cohetes llegaban al país norafricano a través de la base naval de Kenitra, provocando numerosas tensiones diplomáticas con España, que cada vez que recibía informaciones por la prensa o por la Inteligencia, en el contexto del conflicto por el Sahara, pedía explicaciones a los embajadores.

Kissinger dio orden a sus diplomáticos de que cada vez que recibieran una pregunta sobre el tema las respuestas debían ser estas: Marruecos había perdido casi todo su poder militar en Siria, suministrarle productos no rompía el equilibrio entre ambos países, el acuerdo estaba firmado mucho antes de la disputa en el Sáhara y, además, el rey se había comprometido personalmente en dos ocasiones a que nunca emplearía ese armamento contra otro país amigo de EEUU.

No hay referencias en los Cables de Kissinger a que el rey utilizara esas armas contra España en la colonia. Pero sí aparecen datos curiosos como por ejemplo que el régimen intentó colocar a Rabat en abril de 1973 varios cazas F-5. La administración franqusta trató de convencer a Washington de, que estableciendo ese lazo con Hassan II, Occidente se garantizaba la lealtad marroquí a la causa anticomunista. EEUU aceptó aunque veía en las intenciones españolas una manera de tener controlado al monarca ya que los modelos que le estaba ofreciendo eran demasiado antiguos y, además, Madrid estaba intentando que Kissinger accediera a modernizar la flota de cazas españoles.

EEUU sí que llegó a aceptar una rocambolesca operación a tres bandas que tenía como protagonistas a Jordania e Irán. El rey marroquí estaba muy preocupado por la debilidad de su Ejército con respecto a Argelia y solicitó a Washington permiso para que Amman y Teherán le cedieran armamento. El plan pasaba por que Irán enviaría un contingente de baterías antiaéreas hasta Jordania y desde allí serían transferidas hasta Marruecos acompañadas de un escuadrón de F-5 jordanos.

Washington, sin embargo, mostró su malestar por los términos del pacto ya que por un lado Marruecos estaba atravesando problemas financieros graves y no estaba pagando a tiempo la deuda derivada del acuerdo militar con ellos. Por otro lado, los marroquíes debían devolver a los jordanos todos los aviones y en el caso de que algún caza se perdiera por el camino tendrían que reponerlos con modelos iguales o superiores -justo los que les iba a proporcionar EEUU-. Hassan II prometió a Kissinger que ninguno de esos aviones saldría de los hangares.

Con una vía de suministros tal y un aliado como EEUU, Marruecos no tenía nada que temer. El plan para traspasar el Sáhara pactado con España pasaba por organizar un referéndum amañado en la ONU durante la gestión provisional del territorio entre ambos países junto a Mauritania. El objetivo era legitimar la ocupación marroquí. Naciones Unidas no reconoció los Acuerdos de Madrid que establecieron la administración tripartita. La mitad de la población huyó hacia el desierto y se refugió en los campos de Argelia. Finalmente no hubo plebiscito. Ni real ni "controlado". Ha habido algún que otro intento. Más de una promesa. Pero, sin embargo, los saharauis llevan esperando, durante casi ya 38 años, a que alguien les consulte.

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