A. Velasco. La Nueva España.
Los soportales y la plaza del Ayuntamiento de Mieres desprendían felicidad y algarabía. Una treintena de niños saharauis jugaban y se divertían junto a los miembros de sus familias de acogida minutos antes de la recepción que tuvieron en la casa Consistorial por parte del Alcalde, Aníbal Vázquez, y de representantes de todos los grupos políticos de la corporación. Y es que como cada verano, las familias de la comarca del Caudal volvieron a demostrar su solidaridad, abriendo sus puertas, pese a la crisis, para ofrecer su hogar durante dos meses a los pequeños que llegan de los campamentos de refugiados del pueblo saharaui, en los que las condiciones son extremadamente difíciles.
«Muestras de solidaridad como las vuestras, y más en esta época en la que la crisis aprieta y no está muy de moda el compartir, son las que hacen que se pueda confiar en el ser humano», agradeció un sonriente Aníbal Vázquez a las familias de acogida. Los niños escuchaban atentos la promesa que lanzaba el regidor, de que pese a la crisis, se seguirá apoyando el programa veraniego. Sin embargo, todos estaban deseando salir de nuevo a la calle a jugar, pero ahí aguantaron.
Abdu Mohammed, representante del pueblo saharaui en Asturias, también reiteró su agradecimiento a las familias, y explicó que la situación en los campamentos es drástica. «Estos niños tiene la gran suerte de contar con vosotros, porque sin estas acogidas, no tendrían ni las revisiones médicas, ni los alimentos, ni todo lo que les ofrecéis durante este programa», advirtió, al tiempo que alertó de que «las condiciones en los campamentos son totalmente desfavorables para el ser humano, y sobre todo, para los niños». También los representantes de la Asociación Asturiana de Amigos del Pueblo Saharaui, Alberto Suárez y Carmen Soto, se acordaron tanto de las familias como de las instituciones, a las que agradecieron su apoyo e invitaron a interceder para que el pueblo saharaui consiga la autodeterminación.
Historias como la del pequeño Ozaman Hassan, de 10 años, vienen a ejemplificar lo que suponen este tipo de programas. Como a cualquier niño, a Ozaman le encanta jugar, «sobre todo al fútbol en Requejo», confiesa. En los cuatro veranos que lleva viniendo a Asturias ha hecho «muchos amigos» y cuando se va cada agosto ya tiene «ganas de volver al año siguiente». Su padre de acogida, Laureano Álvarez, ha visitado el campamento en el que vive Ozaman y «las condiciones son muy malas y nosotros estamos encantados de que venga cada verano». Tanto es así, que el momento duro llega en la despedida. «Es cierto que se hace complicado, pero es una cosa que tienes que asumir antes de acoger a un niño», asegura Laureano, quien también hace un llamamiento a más familias para que se apunten al programa de cara al próximo verano.
Los vínculos que se crean entre los niños y las familias de acogida son especialmente fuertes. Prueba de ello es la carta que la familia de Francisco Fernández recibía hace semanas. Laia, la niña que llevaban acogiendo los últimos años, no iba a venir este verano. Sin embargo, en la misiva, la pequeña les expresaba un cariño especial, preguntaba por todos sus amigos, e incluso les escribía un pequeño pero emocionante poema. «Estas cosas te emocionan y hacen que te sientas valorado por lo que has hecho desinteresadamente», explicó Francisco Fernández.
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