El Comercio - 07/07/2012 - Álvaro Martínez
«Brahim es el que mejor nada de toda la playa». Ese el alegato con el que Elvira, natural de Cudillero, expresa de qué manera exprime su 'hijo' el verano. Brahim es uno de los 308 niños de entre 7 y 12 años que inundarán de júbilo algunos hogares del Principado durante los meses de julio y agosto. Los chicos llegan entre ayer y hoy al Aeropuerto de Asturias en dos tandas: el primer vuelo, ocupado por 158 de ellos, llegó en la mañana de ayer, mientras que los 150 restantes lo hacen esta misma mañana.
La iniciativa es mérito de la Asociación Asturiana de Amigos del Pueblo Saharaui, en el marco de su proyecto 'Vacaciones en Paz'. Esta idea cuenta con la contribución económica de varios ayuntamientos asturianos, la Axencia Asturiana de Cooperación y la Junta General del Principado de Asturias, que son quienes subvencionan el viaje.
Sin embargo, el resto del mantenimiento corre a cargo de los 'padres' de acogida. «La manutención de los chicos corre a cargo de la familia de acogida. Nosotros simplemente proporcionamos garantía de asistencia en caso de que surja una incidencia con alguno de los niños», afirma una responsable de la organización.
Elvira aguarda junto a su hija Alejandra, mientras su nieto Álex, de 9 años, revolotea por los aledaños del polideportivo de Los Canapés. Al ser entrevistadas, lo primero que sorprende es que sea Elvira quien adopta el rol de madre de acogida. «Este chico es más espabilado que nadie», apostilla ante la llegada a sus brazos de Brahim. El niño, también de 9 años, tiene una intensa mirada, que confirma la descripción proporcionada por la mujer.
Con una permanente sonrisa, y con llamativa parsimonia, Brahim se encuentra, por tercer año consecutivo, con su otra familia. La complicidad es evidente, y es que los 4 meses de convivencia ya vividos en Asturias crean una gran conexión afectiva.
«Durante el verano jugamos mucho al fútbol. Brahim se lleva muy bien con todos mis amigos», afirma el nieto de Elvira. Esa profunda inmersión de Brahim en la rutina de Asturias ha dado como fruto una fluidez en el manejo del castellano sorprendente para la edad del chaval.
Mientras tanto, voluntarios de la plataforma 'Vacaciones en paz' ataviados con camisetas azules, velan por mantener orden en el complejo. Un año entero sin verse las caras da para mucho, y eso se palpa en la inquietud de familias y niños.
María de la Sierra es avilesina, y forma parte de esta plataforma, que lleva dando cobijo a niños saharauis en Asturias desde 1995. «Me involucré en esto hace 13 años, cuando me decidí a acoger a uno de los chicos. Ahora tiene 22 años, y nos ponemos en contacto con frecuencia», explica.
Años más tarde, y fruto del entusiasmo que impera en estos ambientes, María creyó oportuno involucrarse más aún. Fue entonces cuando se introdujo en la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui, actividad que explica su presencia en el lugar.
«Es el cuarto año que acojo a la misma chiquilla en mi casa», aclara María. El enriquecimiento que supone para uno observar la gratitud con la que los chicos responden a los cuidados de las familias parece crear una verdadera adicción.
La labor de los gestores de esta iniciativa es digna de alabar. La mencionada asociación inició su impenitente tarea a mediados de la década de los ochenta, prestando todos los recursos posibles a una región tan desfavorecida. Comenzaron a trabajar con numerosas labores de ayuda humanitaria, y en 1995 se embarcaron en la iniciativa 'Vacaciones en Paz' que engloba todas las tareas de acogida de niños del Sáhara.
Con una admirable respuesta por parte de la población asturiana desde el primer año, la cifra de niños recibidos en la campaña de este verano supera los 300. «Se reparten por todos los concejos del Principado», según afirma María José Fernández Díaz, coordinadora de 'Vacaciones en Paz' en la zona de Asturias desde 2002.
Como la mayoría de los voluntarios, María José, natural de Avilés, se enroló en esto como madre de acogida de uno de los muchachos, participación que compaginó, durante un par de años, con la de su actual cargo de coordinadora.
La mayoría de familias aclara que la relación no se limita al período de dos meses de convivencia. «Durante todo el año, mantenemos la comunicación con ellos por vía telefónica. Ellos nos hacen una llamada perdida y nosotros les llamamos. Hablamos largo y tendido, y cuando vuelven en verano, la confianza permanece intacta», sentencia uno de los 'padres' presentes ayer en Los Canapés.
Los recursos en su país de origen son bastante precarios. «Tenemos habilitado un depósito de teléfonos móviles y cargadores, que son enviados al Sáhara». De esta manera, es posible mantener el contacto con los chicos durante el año regular.
Además de para el ocio y la diversión, la estancia en Asturias es el pretexto ideal para verificar el adecuado estado físico y mental de los niños. Los más pequeños, cuando vienen por primera vez, presentan siempre alguna clase de anomalía en la vista, normalmente conjuntivitis. «Eso se arregla el primer año, ya que es una afección muy leve», declara una de las madres de acogida.
Aparte de los siempre presentes problemas en la vista, causados por el constante azote de las corrientes de arena que caracterizan a aquella región, es siempre preciso que los niños sean debidamente vacunados, y que un especialista revise su salud dental.
La colaboración es inmejorable en este sentido. Son varios los profesionales que prestan a velar porque el estado de salud de los críos sea el óptimo. Además, se pueden beneficiar de la atención de la Seguridad Social.
En cuanto a la integración de los chicos en el ambiente de la provincia, la unanimidad con la que las familias responden es abrumadora. «Le tratamos como a un hijo biológico. Mientras está aquí, seguimos con los mismos hábitos que durante el resto del año», alega un matrimonio de las cuencas mineras. Es el quinto año que apuestan por esta iniciativa, y también la quinta ocasión consecutiva en la que acogen al mismo chico. La ansiedad del padre salta la vista, y es que aún no les han entregado a su 'hijo'. «Cuándo marchan, los que sufrimos más somos los 'padres'», responden a la hora de describir el momento de la despedida. Esto es un ejemplo del grado de cariño que llegan a recibir los chicos por parte de las familias que les hacen sentir como en casa durante estos dos meses.
Los niños que corretean por las inmediaciones del recinto son la viva imagen de la felicidad. La energía con la que aterrizan en el Aeropuerto de Asturias es el preludio de lo que a todas luces será un verano inolvidable. Sólo unos pocos, los que son separados de sus hermanos biológicos al llegar a Los Canapés, muestran un rostro repleto de lágrimas. Algunos de los niños, a pesar de pertenecer a la misma familia, pueden vivir bajo un diferente techo durante estos dos meses. Pese a todo, estos sollozos son un sentimiento completamente transitorio, ya que será superado por el júbilo que provoca el mimo y el cuidado con el que serán tratados.
En el polideportivo, las familias presentes se emocionan al profundizar en la gratitud con la que los muchachos responden a la atención que reciben. Esa manifestación de agradecimiento es la compensación más valiosa que pueden recibir las familias a cambio del desembolso en el que incurren durante este tiempo.
Brahim y Alejandro se alejan del polideportivo , sin sembrar ni una duda de que la suya es ya una sólida amistad. Ahora es momento de reemprender ese partido de fútbol eterno que para ellos simboliza el verano asturiano.
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