Público - 02/05/2014
Viven desde hace 39 años en mitad de la nada al sol de una interminable playa sin mar. Nacieron en un campamento de refugiados, crecieron en un campamento de refugiados y temen morir en el mismo campamento de refugiados. Son los jóvenes saharauis. Los hijos de aquellos que fueron expulsados de sus casas, de sus tierras y la de sus antepasados con la Marcha Verde de Marruecos y la espantada de España bajo la dirección del rey Juan Carlos I en noviembre de 1975. Su tierra está ocupada desde entonces y aunque la ONU ha señalado en reiteradas ocasiones el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui y la no soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental, el Consejo de Seguridad de la ONU ha sido incapaz de establecer medidas que hagan efectivas sus resoluciones.
Desde que en 1991 se firmara el alto al fuego entre los saharauis y Marruecos, el Frente Polisario, representante legítimo del pueblo saharaui, ha apostado sin ambages por el derecho internacional y la vía pacífica para la recuperación del territorio. El primer ministro saharaui, Abdelkader Jaleb Omar, de hecho, aseguró el miércoles que la vía diplomática está dando resultados y que cada año hay una pequeña conquista diplomática y política. El problema es que esas pequeñas conquistas no repercuten en nada en la vida de estos jóvenes cuya única vía para escapar del desierto reside en la oportunidad que brindan las políticas de cooperación para que los saharauis puedan estudiar en otros países de Europa. Sin embargo, de poco les sirve estudiar y formarse cuando en sus campamentos de refugiados no hay trabajo. No hay nada.
Ante esta situación, la juventud saharaui, que nunca ha conocido la tierra que le pertenece, se pregunta insistentemente hasta cuándo. Hasta cuándo deben seguir apostado por la vía diplomática y hasta cuándo deben continuar viviendo en una tierra seca no apta para la vida humana y en casas de adobe sin luz, ni agua completamente dependientes de la ayuda internacional. Bajo esta pregunta surgió en diciembre de 2012 Gritos contra el Muro, una asociación juvenil que hartos del exilio perpetuo al que está sometido su pueblo y la poca visibilidad del conflicto en los medios de comunicación de Occidente y, sobre todo, del muro marroquí de más de 2.500 kilómetros de longitud, decidió reunirse una vez al mes frente al muro para debatir y buscar soluciones.
En estas reuniones siempre ha habido una mayoría que ha decidido respaldar al Frente Polisario en su política de paz y de seguimiento de las directrices de la ONU, pero cada vez son más las voces que reclaman la violencia como solución al conflicto o, al menos, para visibilizarlo en el mundo occidental. "No somos un conflicto que vende, donde hay sangre, donde hay morbo, que llama a la prensa. Somos gente pacífica que ahora mismo importa poco. Por eso, creemos que hay que hacer algo", explica a Público Tiba, portavoz de esta organización desde los campamentos de refugiados de Dajla en Tindurf en el marco del Festival Internacional de Cine del Sahara.
Ese "algo" que señala Tiba se ha limitado hasta el momento a lanzar gritos contra el que ellos denominan "el muro de la vergüenza", pero el cuerpo pide más. Necesitan una solución y la comunidad internacional lleva 38 años sin saber o querer otorgarla. Este portavoz, por ejemplo, es uno de los partidarios más acérrimos de retomar las armas y batallar contra el ejército marroquí. ¿Cómo? "Defiendo los métodos violentos como utilizarnos a nosotros mismos para explotar contra ese muro. Donde hoy ponemos banderas saharauis podemos comenzar a poner bombas", explica este joven, que añade que sólo lo hará "si el pueblo saharaui lo decide libremente". "Haré lo que diga la mayoría", asegura.
Se define a sí mismo como un "proyecto de mártir de la causa saharaui" aunque asegura que es un "pacifista incapaz de matar a una mosca". "Tengo hijos, no quiero morir, pero prefiero dejar a mis hijos sin padre que sin patria", asegura Tiba, que denuncia que no quiere obligar a sus hijos a tener que vivir en "el desierto, asándose".
No obstante, este joven es consciente de que el pueblo saharaui no tiene recursos ni económicos ni armamentísticos para hacer frente a Marruecos. "Mis padres y abuelos han demostrado que no importa cantidad sino calidad. El soldado saharaui va a morir por una causa, convencido, y el soldado marroquí va a ganarse el pan. Sería una guerra de guerillas y ya demostramos que podemos ir conquistando territorio", dice este joven en referencia a los territorios liberados por la lucha del Frente Polisario hasta 1991.
"Somos hijos del desierto"
La guerra de guerrillas como fórmula para vencer a Marruecos en el caso de entrar en un conflicto armado también es compartido por Luchaa Saleh Guecheu y Mansur Mohamed-Fadel, miembros de la UJ-SARIO (la organización juvenil del Frente Polisario). Esta organización, sin embargo, no es partidaria de entrar ya en guerra, aunque la paciencia comienza a agotarse.
"Somos un pueblo pacífico que tan solo lucha por algo que es suyo y que todas resoluciones y cartas de la ONU citan. Si volvemos a tomar las armas, espero que la comunidad internacional tenga en cuenta que hemos soportado 25 años viviendo en un campo de refugiados y con la mitad de nuestro pueblo sufriendo violaciones de derechos humanos en los territorios ocupados", explica a Público Mansur Mohamed-Fadel, que asegura que la razón por la cual piensa en volver a las armas es que, de momento, la lucha pacífica apenas ha conseguido mejorar la situación del pueblo saharaui.
Mohamed-Fadel, descendiente de un notable tribal del Sahara Occidental, es consciente de que "la guerra solo la quiere el que no la ha vivido", pero también asegura que "lo que se roba con las armas, sólo puede ser recuperado por las armas". "Sabemos que Marruecos nos puede destrozar con solo un avión pero nosotros no entraríamos en una guerra clásica. Ellos tienen la mejor tecnología de guerra, capaz de encontrar una hormiga en el desierto, pero nosotros podemos atacar, incautar y desaparecer. Somos los hijos del desierto y sabemos que es peligroso una guerra con Marruecos pero tampoco es justo que los lobbies franceses y estadounidenses impidan la solución pacífica", prosigue Mohamed-Fadel, de 24 años de edad y con un grado medio en Informática que se sacó durante su estancia en el sur de España.
Luchaa Saleh, por su parte, se define como un radical entre los radicales, aunque su discurso aún es moderado. El problema, afirma, es que la moderación es sólo cuestión de tiempo. "Nosotros como jóvenes vemos un futuro cerrado para nosotros. Somos la generación que ha crecido en el marco de la política de pacifismo y de respeto al derecho internacional y de las directrices de la ONU propuesta por el Frente Polisario, pero la solución aún no ha llegado", denuncia Saleh, que ve "preocupante" que la juventud esté apostando por la vía armada como solución, aunque él afirma estar "dispuesto a morir por lo que es nuestro". "Si me llaman a la guerra por mi pueblo iré el primero", afirma.
"Una irresponsabilidad"
La organización juvenil más moderada en cuanto a la necesidad de tomar las armas para solucionar la situación de exilio perpetuo del pueblo saharaui es la Unión Nacional de Estudiantes Saharauis, que aglutina a aquellos jóvenes que han salido al extranjero para completar una carrera universitaria y trata de introducirlos al mundo laboral saharaui. Su responsable de Relaciones Internaciones, Omar Slama, que trabaja como traductor durante el Festival Internacional de Cine del Sahara (Fisahara), y vive en Bilbao, asegura que cada vez que llega a los campamentos observa como "muchos amigos han perdido la fe en la vía pacífica".
"Nosotros abogamos por el diálogo como base para la resolución del conflicto y apoyamos los esfuerzos de la ONU para lograr una resolución pacífica que garantice el derecho de autodeterminación", señala a Público Slama.
Para la Unión Nacional de Estudiantes es "entendible" que la juventud se esté "radicalizando" pero considera de "sensatez" continuar con la vía pacífica porque el camino aún no está terminado y "aún queda mucho por recorrer". "Entendemos perfectamente la postura de los jóvenes que defiende la violencia, son muchos años en los que ven como el tiempo pasa y como sus padres han llegado a una edad en la que ha perdido su juventud en un campo de refugiados inhóspito y es normal que no quieran que les pase lo mismo que a sus padres, pero sería una irresponsabilidad declarar la guerra a Marruecos sin terminar de explotar la vía diplomática" asegura este joven.
"El que tiene paciencia le llega la sombra"
Mientras que la ONU decide cómo solucionar el conflicto saharaui, Marruecos trata de impedir toda solución y la comunidad internacional se hace la sorda y la ciega, jóvenes como los aquí nombrados y otros tantos como la joven reportera de la Televisión Nacional Saharaui, Tfarrah Mohamed Yesslem, continúan viviendo en mitad de la nada esperando no saben muy bien qué. El martes por la noche, la población saharaui conoció que la ONU no amplió las competencias a la misión que mantiene desplegada en los territorios ocupados por Marruecos para vigilar el cumplimiento de los Derechos Humanos por parte de Marruecos. Tfarrah Mohamed Yesslem ni siquiera se sorprendió, a pesar de que esta misión es la única en todo el mundo que no garantiza el cumplimiento de los derechos humanos.
"Lo peor de todo es que ya no nos sorprende nada. El año pasado Estados Unidos lo propuso y el Consejo de Seguridad lo denegó. Este año lo pidió el secretario general de las Naciones Unidas pero Estados Unidos no. Es alargar la historia cambiando términos y el resultado es el mismo", señala esta joven periodista, que responsabiliza a la ONU de estar comportándose de manera "incompetente e irracional".
A pesar de todo, prácticamente nadie en los campamentos de refugiados saharaius en Tinduf duda de que los territorios del Sahara Occidental ocupados ilegalmente por Marruecos volverán a ser la tierra del pueblo saharaui. Así, Luchaa Saleh Guecheu asegura que mientras quede un saharaui vivo nunca desaparecerá la lucha del pueblo por la recuperación del territorio. Tampoco Tfarrah Mohamed lo hace. "Me veo viviendo en la tierra ocupada en el futuro. Me veo porque llevamos 40 años de exilio y represión y este pueblo tiene paciencia y voluntad. Hay un dicho saharaui que dice: "a quien tiene paciencia le llega la sombra". Nosotros tenemos paciencia y recuperamos nuestra tierra", sentencia.