El conflicto del Sáhara Occidental no ha registrado, un año más, ningún avance hacia un acuerdo entre Marruecos y los independentistas saharauis del Frente Polisario, pero Rabat sí ha cosechado el pasado otoño una retahíla de reveses diplomáticos.
Entre los infortunios de Marruecos figura la petición del Parlamento Europeo, aprobada en el pleno el 13 de diciembre, en la que solicita, por primera vez, a Rabat “que sean liberados todos los presos políticos saharauis” además de expresar su preocupación por “el deterioro de los derechos humanos”. La resolución exige también que puedan acceder a esa antigua colonia española las ONG y la prensa.
La ONG ARSO, afín al Polisario, asegura que los presos políticos saharauis son, a día de hoy, 56 de los que 23 están en la cárcel de Salé pendientes de juicio desde que las fuerzas de seguridad marroquíes desmantelaron el campamento de protesta saharaui de Gdeim Izik, en las afueras de El Aaiún.
Rabat no les reconoce carácter político y recuerda que, por ejemplo, en la operación de desmantelamiento, en noviembre de 2010, murieron 11 agentes de sus fuerzas de seguridad a manos de los acampados. También resultaron muertos dos saharauis en El Aaiún.
La enmienda sobre el Sáhara fue introducida por 96 eurodiputados en el informe anual sobre derechos humanos –en el texto original no se mencionaba el territorio-.
Si el Polisario celebra las iniciativas de la Eurocámara, Rabat está, en cambio, inquieto y lamenta oficiosamente que la resolución no se haga eco de los atropellos que, según los marroquíes, se producen en los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf (suroeste de Argelia).
Marruecos guarda un mal recuerdo del desplazamiento que hizo, en septiembre, otro relator, el de la ONU, al Sáhara. Juan Méndez acudió allí invitado por el Gobierno marroquí y también visitó a presos en cárceles como la de Salé. Un mes después Méndez declaró en Nueva York: “Cada vez que se trata de seguridad nacional hay una tendencia a recurrir a la tortura en los interrogatorios. Es difícil decir si está muy generalizada o si es sistemática, pero sucede con bastante frecuencia como para que el Gobierno marroquí no pueda ignorarla”.
Después de Méndez fue Christopher Ross, el enviado personal del secretario general de la ONU para el Sáhara, él que viajó en octubre a Marruecos y al territorio en litigio donde, por primera vez, se reunió con independentistas saharauis. Cinco meses antes Rabat había expresado su rechazo de la “mediación sesgada” de Ross a favor del Polisario, pero una llamada de Ban Ki-moon al rey Mohamed VI le incitó a rectificar. A su paso por Rabat, en junio de 2012, el ministro español de Exteriores, José Manuel García- Margallo, dio, en parte, la razón a Marruecos frente a Ross.
El penúltimo revés del año fue, hace un mes, la aprobación por el Parlamento sueco de una resolución instando a su Gobierno a reconocer plenamente la República Árabe Saharaui Democrática, la entidad creada por el Polisario con la que ningún país europeo mantiene relaciones diplomáticas. Anders Jörle, el portavoz del Ejecutivo sueco, apenas tardó unas horas en asegurar que no daría ese paso.
Ahora los amigos del Polisario trabajan para que otros tres parlamentos europeos (Irlanda, Dinamarca y Noruega) tomen iniciativas similares.
Al líder del Polisario, Mohamed Abdelaziz, el reconocimiento, en diciembre, por la Asamblea General de la ONU, de Palestina como Estado no miembro le hace soñar. En una entrevista con la televisión vía satélite argelina Echrouk explicó que los “esfuerzos [de su movimiento] deben desembocar en una presencia habitual de la RASD en la ONU”.
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