PATRICIA CAMPELO - Madrid - 19/05/2013
El asalto a una guarnición militar española en el desierto del Sáhara, el 20 de mayo de 1973, puso en marcha un movimiento político que comenzó con 17 hombres y, cuatro décadas después, ha logrado construir un país en el exilio y el reconocimiento de 84 estados en todo el mundo. El Frente Popular de Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro, Frente Polisario, es el representante político del pueblo saharaui desde que sus primeras acciones en la década de los 70 concitaran el apoyo de la población del desierto. En la primavera del 73, un grupo de jóvenes -universitarios en su mayoría- se reunió al norte de Mauritania para establecer las bases de la incipiente organización que aspiraba a la expulsión de España, potencia colonizadora, y a frenar las aspiraciones anexionistas marroquís. El objetivo: lograr la independencia del Sáhara.
Su primera acción, el asalto a la instalación militar en la frontera con Marruecos hace ahora 40 años, fue su tarjeta de presentación. Con apenas cinco fusiles, retuvieron a los seis soldados que habitaban la guarnición para explicarles cuáles eran sus pretensiones, y recaudar armas y víveres. A partir de ahí, la resistencia fue en aumento y sus filas se fueron engrosando hasta el estallido de la guerra con Marruecos, en noviembre de 1975. Antes, el ejército franquista trató de sofocar las acciones del Polisario contra objetivos militares españoles, produciéndose detenciones, torturas y desapariciones.
En su 40 aniversario, el Frente Polisario ha organizado esta semana desfiles y discursos en los campamentos de Tinduf, al sur de Argelia, donde viven los saharauis en el exilio. Hasta esta zona desértica, conocida como la 'hamada' argelina, llegó la población huyendo de las bombas marroquís de napalm y fósforo blanco que arrasaron las ciudades del Sáhara Occidental. El alto el fuego de las hostilidades, auspiciado por Naciones Unidas en 1991, es uno de los pasos claves que hoy destaca el Polisario, aunque sus filas albergan sectores que difieren.
"El referéndum de autodeterminación que prometió Naciones Unidas a cambio de acabar con la guerra no ha llegado, por lo que fue un error firmarlo sin nada a cambio", defiende Luchaá Saleh, líder de la Ujsario -la unión de jóvenes del Polisario- en el campamento argelino 27 de febrero.
Después de cuatro décadas sin alcanzar soluciones, la organización comprende la postura de los jóvenes que abogan por la vuelta a la lucha armada. "Las armas son un instrumento legítimo para conquistar libertades y derechos, pero apostamos por dar más confianza a los esfuerzos pacíficos", aclara Bucharaya Beyún, delegado del Frente Polisario en España. "A pesar de los intentos destructivos contra el Polisario, el movimiento ha logrado mantenerse unido en su lucha cívica y pacífica", añade. "Muchos saharauis están perdiendo la confianza, por lo que le corresponde a la ONU ese papel de buscar soluciones pacíficas y evitar que muchos jóvenes se radicalicen; en estos años no ha evitado que se violen los derechos humanos, ni ha defendido los recursos naturales del expolio en las zonas ocupadas", remacha Beyún.
"Los jóvenes estamos preparados militarmente para intervenir si fuera necesario; estamos cansados de ver la invasión marroquí en nuestra tierra sin que nadie intervenga para frenar las torturas y los encarcelamientos", apunta Saleh. "No debemos estar con las manos cruzadas ante una invasión que sigue matando a nuestro pueblo", concluye.
El intento por parte de Estados Unidos de que la Minurso -la misión de la ONU en el Sáhara Occidental- vele por los derechos humanos en las ciudades ocupadas por Marruecos es otro de los éxitos que el Polisario enumera en su 40 aniversario, a pesar de que la propuesta estadounidense se topó con el veto de Francia.
"Seguimos luchando después de todo el tiempo transcurrido, tenemos reconocimiento internacional y un movimiento solidario grandísimo en todo el mundo; y en los campamentos de refugiados hemos logrado garantizar la educación, la cultura, la sanidad, el deporte y demás derechos a pesar de las adversidades". "Hemos conseguido que la comunidad internacional ponga el tema saharaui en la mesa de debate, y es cuestión de tiempo", concluye Beyún.
El germen de esa red solidaria a la que apunta el delegado del Polisario comenzó con la labor de algunos militares españoles destinados en el Sahara los últimos años del franquismo. Allí se mezclaron diferentes perfiles de jóvenes que realizaban el servicio militar obligatorio. Unos llegaron al Sáhara como resultado del sorteo de destino, y otros como castigo por estar fichados por la policía franquista como activistas de izquierdas. El contacto diario con la población saharaui fraguó amistades que han perdurado con los años.
El único pueblo de África que no ha logrado aún su independencia tuvo "la mala suerte" de ser colonizado por España, y que la decisión final sobre su autodeterminación recayera en una dictadura. "Engañamos a los saharauis, y aun así siguen queriendo estar cerca de nosotros", asegura José Taboada, destinado a la 53 provincia española, el Sáhara Occidental, entre 1974 y 1975 para realizar el servicio militar. Aquella estancia le hermanó con la población saharaui y, 39 años después, preside la Coordinadora Estatal de Asociaciones de apoyo al Sáhara (CEAS). Cuando Taboada aterrizó en El Aaiún, un lugar que apenas sabía situar en el mapa, detectó una ciudad-cuartel, con población militar mezclada con la civil y una explotación de fosfatos a cielo abierto en la playa. "Empecé a organizarme en unos comités de soldados que había en los cuarteles para pedir mejoras en las condiciones de vida de los militares, y también para reclamar democracia y libertades", explica Taboada sobre los últimos años del franquismo en el Sáhara.
La salida de España de ese territorio ya empezaba a ser una realidad, y algunos sectores del ejército cerraron filas en torno al Polisario. "Nos reuníamos con ellos, les dábamos información, planos, mapas de los pozos, medicinas y otras cosas que cogíamos de los cuarteles", recuerda Taboada. "España era una dictadura que no respetaba nada, por lo que tampoco iba a respetar el derecho de un pueblo a decidir su futuro; pensábamos que los saharauis iban a ser vendidos a Marruecos". Otros sectores del ejército español, en cambio, confiaban en las promesas hechas por sus autoridades.
El jefe de estado en funciones, el rey Juan Carlos -ya nombrado sucesor por Franco- llegó a El Aaiún en noviembre de 1975 con afán tranquilizador. "Dijo que él se comprometía a defender a los saharauis, yo tenía 15 años y lo recuerdo muy bien", asegura Zahra Ramdán, activista que hoy preside la Asociación de Mujeres Saharauis. "Fue vergonzoso y, en cierta forma, el rey es responsable de lo que ha ocurrido 40 años después en el Sáhara", añade Taboada.
Por un breve espacio de tiempo, esas promesas de defender a los saharauis se materializaron. "Nos mandaron a poner minas en la frontera con Marruecos para impedir el paso del ejército". Pero al día siguiente, la orden que recibieron Taboada y sus compañeros fue contradictoria: levantar las minas y entregar los cuarteles a los marroquís que iban a tomar posesión del Sáhara. Los españoles desarmaron a compañeros saharauis que también formaban parte del ejército colonizador. "Cercamos con alambradas los barrios donde vivían y les controlamos las salidas para impedir que se escaparan y se unieran a la resistencia del Polisario". Al menos ésa era la orden. Pero algunos sectores del ejército decidieron no acatarla. "Les dejábamos marchar porque eran nuestros amigos y la situación era terrible; no se podían imaginar que España, después de tantas promesas, les estuviera entregando a Marruecos por un negocio en el que se repartía la pesca, los fosfatos y demás riquezas", señala Taboada sobre los Acuerdos Tripartitos, firmados en Madrid días antes de la muerte de Franco y con los que España entregó el Sáhara a Marruecos y a Mauritania a espaldas de la comunidad internacional.
La respuesta del ejército en contra del abandono a los saharauis fue protagonizada por jóvenes integrantes de la Unión Democrática Militar, un sector castrense progresista. Jaime Perote, que dirigió la última unidad española en El Aaiún, dejó marchar a un grupo de militares saharauis que después integraron las filas del Polisario. "Les dio medicinas, provisiones y gasolina; prefería que se lo quedaran los saharauis antes que se hicieran con ello los marroquís", relata su hermano Javier, militar destinado en Sidi Ifni en la década de los 50 y activista pro saharaui. Bernardo Vidal, ya fallecido, fue otro de los militares que dio facilidades a los saharauis a pesar de la amenaza de los consejos de guerra o incluso posibles fusilamientos por rebelión. "Él siguió ayudando al pueblo saharaui años después, una labor que hoy continúan sus hijas", resalta Taboada.
A pesar de estos esfuerzos, "la contestación de los militares no fue masiva" y se acabó abandonando el Sáhara de una manera "precipitada y vergonzosa", lamenta. Los españoles se marcharon y trataron de no dejar vestigio alguno. Incluso se exhumaron los cementerios cristianos para enviar los restos a quien pudiera reclamarlos. Ésa fue una de las tareas de José Taboada dentro de la operación Golondrina, de retirada urgente del Sáhara.
Hoy, el pueblo saharaui sigue dividido entre el exilio en los campamentos de refugiados, la diáspora y el acoso marroquí en las ciudades del Sáhara Occidental. "Desde que nos entregaron al ejército criminal de Marruecos, no hay ninguna familia saharaui completa en el mismo lugar", denuncia Zahra Ramdán.
Un muro minado y custodiado por más de 100.000 soldados marroquís vela por mantener esa fractura entre familias a uno y otro lado del desierto.
Al oeste, en el lado de las ciudades ocupadas por Marruecos, los saharauis ofrecen una resistencia activa y continuada a pesar de los intentos de la policía marroquí por sofocarla mediante el uso de la violencia. De ahí la importancia de incluir la protección de los derechos humanos en el mandato de la Minurso, según reclaman activistas y entidades internacionales como la Fundación Kenedy y Human Right Watch. "Si Marruecos asegura ser un país democrático, ¿por qué le asusta el hecho de que se quiera velar por los derechos humanos en el Sahara Occidental?", se pregunta Zahra Ramdán.
Mientras, en los campamentos viven cerca de 200.000 saharauis que dependen de la ayuda que llega del exterior. Allí, la solidaridad extranjera junto con los esfuerzos del Polisario y del gobierno de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) ha convertido un paraje pedregoso con climatología extrema en un lugar con colegios, centros de salud y edificios administrativos para sobrellevar la vida en el exilio.
La organización de los campamentos corrió a cargo de las mujeres saharauis mientras los hombres estaban en el frente de batalla. Ellas fundaron el campamento 27 de febrero, el primer asentamiento que fue, en sus orígenes, una escuela de mujeres. "No se puede olvidar el protagonismo de la mujer en la lucha, algo nada nuevo porque, gracias a la idiosincrasia de este pueblo, siempre hemos sido respetadas", asegura Ramdán. "Tengo más de 50 años y nunca he tenido noticia de que un hombre saharaui haya matado a su mujer".
A pesar de los esfuerzos que, según reconoce la veterana activista, "quedan por hacer", la presencia de la mujer en la vida política es notable en comparación con países que abrazan el islam. "En el parlamento [de la RASD] tenemos una representación del 37%, al principio fue del 10%, después de 25% y en la última legislatura hemos alcanzado esa cifra". En el congreso del Frente Polisario del pasado diciembre se aprobó una cuota mínima de representación femenina en los órganos de gobierno.
Con todo, la realidad arroja el dato de cuatro décadas de conflicto enquistado que ha logrado algunas batallas pero cuya solución cuesta vislumbrar. De la ronda de encuentros entre la RASD y el reino de Mohamed VI, impulsadas por la ONU, se pasará a encuentros bilaterales entre el representante de Naciones Unidas y cada una de las partes, según ha avanzado Beyún. Mientras, España vende armas a Marruecos -tal y como denunció hace un año la asociación AJASÁHARA- incumpliendo la ley sobre el control del comercio exterior de material de defensa. Dicha norma impide estas operaciones con países que puedan utilizar el armamento en acciones "que perturben la paz, la estabilidad o la seguridad, puedan exacerbar tensiones o conflictos latentes, puedan ser utilizadas de manera contraria al respeto y la dignidad del ser humano, con fines de represión interna o de violación de derechos humanos".
La inestabilidad en el Sahel, que ha provocado la prohibición del ministerio de Exteriores de viajar a los campamentos, completa el panorama de pesimismo. En frente, impera el mensaje optimista de pro saharauis que ven avances en pasos como el dado por Estados Unidos pidiendo al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que se proteja los derechos humanos en las ciudades saharauis.
"Nadie ha reconocido la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara; los intentos de Rabat por acabar con la resistencia saharaui han fracasado y, además, el trabajo de los activistas y organizaciones ha logrado que Estados Unidos no mire para otro lado; esperamos que el gobierno español también rectifique", anhela José Taboada. "Ya se ve un poco la luz al final del túnel".